lunes, 23 de febrero de 2015

Carta para el pequeño Luca








Hola pequeño Luca:

Lo primero de todo es darte la bienvenida. Después de 9 largos e intensos meses de médicos, compras, nervios… ya estás aquí.

El 23 de febrero siempre lo recordaba por el intento de golpe de Estado de Tejero ya que era algo que había marcado un antes y un después. Pues ahora no.  Lo primero que vendrá a mi mente serás tú y la felicidad que supone que nuestra familia cada vez sea más y más grande. Bueno, supongo que también tendré quebraderos de cabeza pensando tus regalos pero por suerte aún queda mucho. Esto último es broma, estaré encantado de hacertelos ;)


Te voy a poner al día de cómo está la situación por aquí. Has nacido en un momento complicado. Los políticos son unos ladrones, estamos en crisis, la gente está muy desesperada… Que suerte que hasta dentro de unos años no te vas a enterar de cómo van las cosas y vas a vivir en la ignorancia.

Aunque no todo es malo. A pesar de todo esto, tienes que ver las cosas desde el lado positivo. Has nacido en La Rioja, uno de los mejores lugares del mundo. Tienes una familia increíble. Unos padres trabajadores, unos abuelos responsables y todavía más trabajadores y que decir de los tíos, me quedo sin palabras para describirlos. Has tenido mucha suerte, hazme caso que los conozco bien.


Espero conocerte pronto. No sabes las ganas que tengo de verte!!!

Un besazo enorme de tu tío segundo.

David


P.D. No te guardo rencor por quitarme el ser el miembro más pequeño de la familia.

martes, 10 de febrero de 2015

Una sensación indescriptible

¿Conocéis esa sensación de sentirte el rey del mundo? Pues es lo que experimentas cuando estas montado en un parapente. Esa libertad, el aire en la cara, estar más alto que las propias montañas. Es una sensación bellísima.

La primera vez que lo hice era un enano. Estaba en los Pirineos de vacaciones y unos amigos me animaron. Me advirtieron que me iba a encantar y querría repetir, y la verdad es que acertaron de pleno. También es cierto que acepté la propuesta sin pensar y yo creo que es la mejor manera de hacer este tipo de cosas.

Luego me di cuenta que había dicho que sí a algo sin saber exactamente en que me estaba metiendo. No había visto muchos y no sabía nada acerca de este deporte, así que decidí informarme. En las oficinas me contaron qué , dónde y cómo se hacía. También me explicaron los riesgos y como era menor, me preguntaron si tenía el consentimiento de mis padres.

Llegado el día fui a Castejón de Sos, un pueblo cercano a donde yo me hospedaba. El pueblo tenía un camping donde estaban los monitores y los coches preparados para salir. Una vez allí, me monté en un todoterreno junto a 5 personas más, y nos marchamos al monte. Durante el trayecto me preguntaban la edad, ya que estaban sorprendidos de lo joven que era, el motivo por el que quería tirarme en parapente… A mi lado iba montado un tío de unos 30 años, con pelo largo y rubio, estaba aparentemente tranquilo. Hablamos casi todo el camino. Yo en ese momento no lo sabía, pero después descubriría que ese tipo con el que había entablado conversación iba a ser mi instructor durante el vuelo. Y por cierto, se llamaba Arnau.

A la media hora de viaje, el conductor paró el coche. Nos bajamos y fuimos a una ladera con algo de pendiente. Allí desplegaron todos sus parapentes, nos vestimos con los monos, cascos, guantes y demás. Después de comprobar que me había ajustado correctamente el arnés, Arnau me explicó que tenía que hacer cuando fueramos a saltar. Cuando tuvimos el viento en la dirección correcta, me hizo una señal para que empezara a moverme. Y ahí estaba yo, corriendo con todas mis ganas sobre una ladera sin importarme que a escasos metros hubiera un precipicio muy alto.

Hubo un momento en el cual, mis pies seguían corriendo pero por el aire. ¡Estaba volando! En ese momento mi cara era de asombro, no me lo creía. Ya, cuando asimilé que estaba en el aire, miraba hacia abajo y poco a poco, las casas, los árboles, los coches se iban haciendo más y más pequeños y yo me sentía superior. Una sensación de libertad recorrió todo mi cuerpo. Era genial. Tuve la suerte de contemplar unos paisajes preciosos. Veía montes verdes y montes helados, los pájaros pasaban a nuestro lado, éramos como uno más dentro de su grupo. Algo que siempre guardaré en mi memoria es cuando vimos un quebrantahuesos, un animal increíble.

Hicimos acrobacias, nos metimos en tubos de aire para subir lo más alto posible… Y cuando mejor me lo estaba pasando noté que nos estábamos desviando hacia un descampado inmenso. Ahí deduje que la aventura estaba llegando a su fin pero yo no quería y le pedí si podíamos estar un poco más. No se podía pero yo creo que me vio tan emocionado y con tantas ganas de más, que sin decir palabra, cambió el rumbo y volvimos a las alturas.

Al cabo de un rato, volvimos a sobrevolar la zona del descampado. Esta vez sabía que no me iba a dejar más tiempo así que no lo intenté. Cuando escogió un sitio bastante amplio para aterrizar, Arnau me indicó que tenía que hacer para aterrizar, que era básicamente lo mismo que para despegar, únicamente correr.

 A los pocos minutos, empezamos a descender. Estaba atento al suelo para empezar a correr y poder aterrizar sin ningún percance y así fue, un aterrizaje perfecto.
Una vez que puse los pies en el suelo, y me estaba quitando el mono, me notaba cansado pero por mi cuerpo aun recorría una sensación increíble que no se puede explicar con palabras. Me dije a mi mismo que volvería a repetir aquella maravillosa experiencia y así fue, ya que al siguiente verano, allí estaba yo, con las mismas ganas o más de volver a repetir ese momento inolvidable.